Mujer



Mujer
Ella guardaba en sus manos
palabras, soles,
pequeñas piedras,
amuletos,
el canto de las aves del amanecer.

La música del pinar,
le acunaban los sueños.
Cargaba sus bolsillos con semillas
y tierra fresca.

Se bebía el sol con los ojos
y con su piel el río.
Se desbordaban de luz y gotas
sus pestañas.

Ella se refugiaba
en las copas de los árboles
se resguardaba del viento
dibujaba con sus manos
horizontes de palabras,
soles y mañanas.

Despedía al atardecer con sus labios
de sus bolsillos
tomaba el trigo y la tierra
y cantando conjuros
creaba su futura mañana.

En el cielo como en la tierra



Fue en el jardín de su casa. Ella arreglaba las plantas y yo la seguía con el mate, charlándole de cualquier cosa que se me ocurría: la próxima conjunción de una hilera de planetas, la razón o sinrazón del nihilismo, el último libro de una autora neocelandesa; cualquier cosa que apartara mi imaginación de sus besos y de su boca, que jamás había sido mía. Aún.

Me parece recordar que ella plantaba lavanda. O tal vez eran crisantemos. O las dos cosas. ¿Quién está para fijarse en el nombre o la forma de las flores cuando anda pensando en no pensar? (Es buena señal que ahora, tantos años después, tampoco ella se acuerde.)

De vez en cuando levantaba la vista y me miraba directa a los ojos, sin darse cuenta de que me quemaba. Me sonreía, y su sonrisa era un acontecimiento de importancia universal, claro está. Me alargaba las manos para que la ayudara a levantarse y yo tiraba hacia mí de ella para acercarla mucho, para acercarla del todo, en realidad para acercarla demasiado, en cualquier caso para tenerla tan cerca que me fuera posible notar su respiración. Y al hacerlo me manchaba con placer las manos de esa mezcla de tierra y agua con que venían las suyas.

Sus manos llenas de tierra eran para mí la tierra misma, un lugar recién inaugurado, mi sitio en el mundo. Se lo dije una de las veces en que se levantó para tomarse un mate. Le dije: "Toda la tierra que quiero andar está ahora en tus manos". Me pareció que se ruborizaba, pero ya estaba atardeciendo y la luz era engañosa, así que no pude estar segura. Habría sido un indicio, una señal. Y yo habría podido interpretarlo como una invitación, incluso. Pero no supe. (Le pregunté hace poco, tantos años después y me dijo que, en efecto, se había puesto roja.)

En un momento dado, como es natural, empezó a hacerse de noche. Y ya no podíamos distinguir unas plantas de otras. El mate se había quedado frío. Nos sentamos apoyadas en el tronco del árbol que había en el centro del jardín. Miramos hacia el cielo, donde las cosas seguían como siempre, al revés que en el suelo, donde estaba teniendo lugar la revolución. Yo ya me había dado cuenta de que ella también intentaba hablar de cualquier cosa: la historia de su tierra, la Independencia, la receta del locro, la situación política internacional. Cualquier cosa que apartara su imaginación de mis besos y de mi boca, que jamás había sido suya. Aún.

No podíamos quedarnos ahí para siempre. Así que nos besamos. Y así en la tierra como en el cielo, todo empezó a coincidir.


Corazones



han desaparecido las sombras
esas que me miraban atentas desde las viejas fotografías


no queda poder ni deseo en estas manos
no hay vida en estos entierros
y punza el corazón tras la coraza


desentierro los latidos y
los ubico junto a mi boca
quiero lamerlos
leerlos
saborearlos


como consuelo basta un botón
o un beso
que vienen siendo más o menos lo mismo


qué importa que el cielo se me antoje inmenso
sé que no vendrá nadie
ni siquiera tú
con tu sonrisa a cuestas
que pueda rescatarme.




Sed en la noche... mi niña



¿En dónde estás bonita?
¿Será tan lejos que no puedes sentir cuánto te extraño?
¿Será tan lejos que no te llega mi pensamiento?
tan lejos que mi deseo no te llama a buscarme
a calmar la sed que ha nacido desde tu primera letra
desde que conocí tu mirada
desde que descubrí tus labios
esos labios que son mi único anhelo hoy...

...esas manos
¿en dónde están bonita?
que no comparten la urgencia de las mías por acariciarte
por recorrer cada cabello tuyo
cada poro extasiante de tu piel
cada figura que inventa tu cuerpo
cada pliegue delicioso de tus brazos
de tus piernas
de ti
bonita
tan bella

tan bella
que sólo quiero soñarte
tan bella
que no hago más que inventarte
estos versos
esperando que cuando lleguen
adonde estás
hagan que esa lejanía
no sea pretexto
para que quieras amarme
un día
un instante
y venir a mí

bonita


Lunes de grises



La batalla ha comenzado
y gotas de sudor acarician
tus recovecos favoritos en mí

concavo y convexo
tu cuerpo en el mio
tus uñas dejan huellas por doquier

son tus labios
en mi cuello
en mis pechos
te sumerges sin tregua
en mí

me nombras tuya
erizas mi piel
respiras mi sexo
y estallo en vos

Curvas en la suave niña



La luna que te acaricia
lacera aquí lo que toca
despertando con su tenue luz el anhelo.
.Recorro tu silueta hecha de aire
con la extensión que memoricé de tu cuerpo
adormezco la tentación de los dedos
con el placebo que resulta esbozarte.

Te llamo, con un nombre inventado
para no atormentar a mis oídos con el tuyo
o interrumpir la abstinencia de mi voz
para que no vuelvas, obligándome a reclamar tu cuerpo
que duele más tenerte sabiendo que te irás de nuevo.

No dormiré,
a escondidas de mi conciencia el deseo me hace soñarte
beberé un café
y si acaso su humo imita tu figura
cerraré los ojos
y te mataré con un suspiro.


Espera



Te vas tras cualquier abismo,
no importa su nombre.
Y yo lo sé.
Te veo partir hacia esa nueva luz,
siempre otra luz y luego otra.
Y te aguardo,
con la víscera a flor de piel,
pero te aguardo.
Y me callo.
Ella,
la que estaba antes que yo llegase,
también calla.
Te busca discretamente pero calla.


Recordando a Julia


Nos vimos sólo una vez. No era un sábado cualquiera, por esa razón yo había hecho varios kilómetros para participar del evento. La fecha era clave y la ocasión lo pedía. Mi tercer ojo se empezaba a despertar y desenfundé la cámara con la intención de inmortalizar sensaciones. No pensaba que esas fracciones de segundo podrían morir, tampoco en la unicidad del momento, del instante preciso. Preciosa su sonrisa.
.Bajé del tren con la urgencia de recordar la ciudad, sus calles, olores. Hacía varios años que no volvía y mucha agua había pasado debajo de sus puentes. También de los míos. Redescubrí sus árboles, sus casas. Sus nuevos aromas. ¡Su perfume!
.Algunos días después, al bajar las fotos en mi computadora, la volví a ver. Ella sonreía junto a aquellos árboles, avenidas y ríos. A veces mi cámara, o mi compu, se comportan de una manera muy extraña y mezclan las imágenes. Intercambiamos algunas palabras, pocas. Intenté preguntarle su nombre, pero en ese mismo momento, alguien también hablaba. Unos minutos más tarde, reiteré la pregunta. Tampoco hubo respuesta. Supuse que no tendría importancia. Llamémosla Julia.
.Ese sábado, estoy segura, a Julia y a mí nos corrió la misma energía por el cuerpo. Vuelvo a comprobarlo en su mirada. Retuve su sonrisa como una gota que se ataja en el aire, pero luego se resbala por los dedos. Hay momentos que se registran y otros que corren, húmedos, entre los dedos.
.En el instante en que yo caminaba a su lado estiró una palabra:–Aaadióooos.
.Me sorprendí de mí misma, yo pasaba distraída y no la vi. ¡¿Cómo pude no haberla visto?! Si ya habíamos intercambiado unas palabras. Yo le había pedido un cigarrillo y ella había ido a buscarlo, especialmente. Me paré tímida, junto a ella. Compartimos un silencio tensamente deseado. Como la luz del sol que se escondía tímidamente dando paso a los faroles de la noche.
.Anoche tuve un sueño. Volvía a tener el pelo largo. ¿Esta vez sería Sansón o Dalila?
.Miré al cielo y vi la luna, redonda, imponente. Varias sensaciones volvieron a mi memoria, a mi cuerpo. Recordé el momento que bailábamos, al lado del fueguito y por una décima de segundo, sentí sus ojos clavadísimos en los míos. Fue eléctrico. Me sentí desnudada en la pasión que sentía. .Hoy, lejos de ese sábado, en ciudades diferentes, me queda su imagen en medio de la naturaleza. Retengo un nombre incierto y me pregunto si podría correr a su lado, por la playa, en libertad, como las mujeres azules de Picasso.

La elección



Parecía no ser un buen comienzo de año. Me dijeron: "Elegí cualquier lugar para trabajar, pero no acá. "Acá" era donde había trabajado los últimos 10 años de mi vida. Elegir, repetí en voz baja mientras regresé al viejo lugar donde había trabajado antes. ¿Elegir? Me pregunté si siempre habìa elegido así, con magras opciones, con porcentajes ínfimos de libertad, con nulo margen de acción, con la decisión encorsetada, con la trampa de una elección a las apuradas. Sí, siempre.
.
Un día conocí a mi equipo. Era ella.
.
Es una mujer hermosa pensé, realizando un juicio de valor claramente objetivo, protegido por 20 años de matrimonio hetero. Se presentó como un vendaval. Me dijo quién era, que también venía de otro lado, cómo iba a trabajar ese año, qué cosas haría y qué cosas de ninguna manera iba a hacer.
.
Yo no podía dejar de mirarla a los ojos, tenía un imán en la mirada. Quería decirle que se sintiera bien, que no se tendría que depender de mí, que sé cuidar a los que trabajan conmigo, que la podía cuidar. Nos entendimos más allá de los discursos y confiamos mutuamente. "Llevame donde vayas", me dijo un día, laboralmente hablando. "Quedate tranquila", estás pegada a mí para siempre, respondí totalmente convencida, pero sin plena conciencia del alcance de mis palabras. "¿Querés ser mi hermana mayor?", dijo otro día y me conmovió todavía más.
.
Era sólo una cuestión de tiempo permitirme sentir. Me invadía un arrebato de mariposas cada vez que la veía llegar y creía que un día el corazón saltaría de mí, para irse con ella.
Luego de unos meses me decidí y la llamé para contarle lo que me pasaba y pedirle ayuda. Esperaba ingenuamente que al decirlo nos reiríamos juntas como tantas veces y súbitamente se terminaría todo.
.
"Es que tenemos mucha piel", contestó con vehemencia e hizo que me temblaran las rodillas. Nos encontramos al otro día para hablar personalmente frente al río, cerca del Puente de la Mujer. En realidad, ella avanzó y yo la apuré. Ninguna de las dos habíamos estado antes con una mujer.
.
Me besó y supe que no podía dejarla ir. Y elegí. Elegí el amor por sobre todas las cosas. Nadie esperaba de mí esta elección, sólo yo. Porque a nadie beneficia, a nadie le conviene. Sólo a mí y a ella. La elegí contra todos los mandatos, contra todos los preceptos, a pesar de todos los pronósticos y de los malos augurios, contra todos los preocupados y ocupados en la vida ajena.
.
Hace un año que estamos juntas y la elijo todos los días. Agradezco su amor cada vez que la veo mirarme y por la oportunidad que me da, de saber y de sentir, que casi en la mitad de mi vida, por primera vez, elijo libremente.


Mujeres desnudas



A veces, te odio por amarme tanto,
otras, me aterra la idea de perderte
y he de maniatar los sentimientos
para no caer en la locura.

Porque mi amor por ti es irracional,
es obsesión que llena mi tiempo,
es angustia cuando no estás,
es delirio del sentir,
es… pasión incontrolada,
es vida consumida en ofrenda.

A veces, me odio por amarte tanto,
otras, me llena la idea de tenerte.

Reservas



He construido esferas en las que cobijarme,
puntos suspensivos que hablan de ti,
frases incompletas con la urgencia de tu boca,
luces para apaciguar la víscera.

No hay canto que calme
el vuelo amargo de la duda
ni risa que duerma plácida en mi piel,
ni manos que puedan sanar
la herida furiosa de tu deseo.

Te muestro apenas
la superficie de la ruina,
el rocío sobre los capiteles marchitos
el altar sin dioses
la mirada ajena de las esculturas.

Nada te digo del dolor que quema,
de los árboles caídos,
nada del suspiro que se pierde
en un cuerpo deshabitado
ni de su antigua luz
que la soledad guardó
detrás de la nevera.

Nada que perder



Me llevaba 13 años, millones de baldosas de ventaja, me reconoció mucho antes de que yo misma me reconociera y decidió que le pertenecía.
Había tenido un hijo y su cuerpo, aunque joven y firme, tenía ya marcado todo el erotismo de su historia en la piel y en sus formas redondeadas.
Nunca me gustaron los cuerpos sin historia, son como una pieza de decoración inerte. No recuerda nada porque nada sabe.
El mito de la virginidad solo esta sostenido por la sed de expropiación y el miedo al recuerdo comparativo; para mí siempre fue solo eso… algo para perder.
Nos conocimos en su local, un restaurant pequeño por Barrio Norte en el que mi padre recalaba todos los días convencido de que la tenía totalmente seducida. Cambiamos unas palabras en el baño de damas y con la excusa de compartir unos apuntes de la facu tomo posesión de mi teléfono.
Nos vimos al otro día, conversamos toda la tarde en un bar y parte de la noche en su departamento mientras agotábamos una botella de buen vino. La atmosfera era untuosa y electrificada, mis sensaciones se volvían turbias y ella me parecía magnética, llena de unas promesas que no alcanzaba a entender.
Pudo haber hecho su movimiento en ese mismo momento pero no estaba dispuesta a correr ni un solo riesgo… y esa noche me dejo ir así, mareada y confundida, saludándome con un beso tan inocente como peligroso.
Dos días después me invitó a cenar a su departamento y me vio llegar con la culpa de haberla tenido en mis fantasías. Cuando terminamos me dijo si quería que fuéramos a bailar.
-Sí dale, pero espera que voy a casa a cambiarme-
-No hace falta, seguro que en el placard tengo algo que podrías usar-
De ahí a terminar en ropa interior entre risas fue un solo paso, cada roce de sus dedos me ponía en alerta y me llenaba de culpa, pero los buscaba ansiosa.
Me dijo que iba a ducharse y por supuesto dejo la puerta entreabierta, yo me acerqué despacio mientras el corazón me martillaba en los oídos y me llené los ojos con cada movimiento de la espuma. Cuando salió, envuelta en un toallón, supo que yo ya estaba lista para el avance.
Me confesó su atracción hacia mí, y su conciencia de que todo esto me era desconocido, después de un silencio tenso y expectante dijo en un tono seductoramente temeroso:
-Qué vas a hacer si te beso?-
-No sé… probá-
Se le ahogó la respiración y acortó la distancia que nos separaba en el sillón empezando a saborear mi boca con los ojos; mientras, la anticipación me erizaba la piel.
Acercó sus labios a la comisura de los míos y pude sentir el tenue roce d su lengua.
Se alejó para observarme, yo era un ciervo atontado a punto de convertirse en pantera, tomo mi rostro entre sus manos y lo atrajo hacia si para besarme como rogándome que abriera mis labios para ella. Su lengua se movía suave, casi perezosamente dentro de mi boca, tomándose todo el tiempo del mundo para disfrutarla mientras yo me desvanecía en suspiros de placer y ansiedad.
Desabrochó mi corpiño con mano experta y rozó mis pezones con apenas las yemas de sus dedos.
Mis manos parecían de plomo, era incapaz de saber qué hacer con ellas y caían ardiendo a los costados de mi cuerpo.
Sus labios bajaron lentamente por mi cuello entre mordiscos y besos , se encaminó resuelta hasta mis pechos y, saboreándolos con placer, comenzó a gemir.
Fue como si hubiese explotado una bomba en mi cabeza, de pronto mis manos salieron de su estupor y se deshicieron del toallón liberando su cuerpo caliente. Mis pezones ya estaban perdidos entre sus dientes, erectos casi hasta el dolor, atravesada por embates de sensaciones proyectadas a mis manos que se movían febrilmente por cada centímetro de su piel suave y todavía húmeda.
La succión de su boca era más y más intensa y mi piel enrojecida acusaba un placer que me subía en oleadas, murmuraba, suplicaba, maldecía y me perdía a mi misma en la inmensidad caliente.
Sus pechos firmes, suavemente abandonados a su propio peso, se instalaron en mi boca hambrienta y desesperada y el roce de sus pezones en mi lengua me sacudió como una descarga eléctrica.
Los frotó deliciosamente por mi cara, mis hombros, mis propios pechos, los deslizó por mi vientre y acarició suavemente mi sexo ardiente con ellos.
Este solo roce, este único tacto bastó para desatar un orgasmo furioso y enardecido que se perdió entre gemidos y sonidos ininteligibles.
Bajo su boca hasta mi vagina todavía palpitante y lamió y succionó mi clítoris buscando otro orgasmo que llegó en el límite mismo del dolor. Ciega de deseo busque hacer lo mismo.
La textura del sexo de una mujer en la boca no tiene comparación con nada, tersa, mórbida, jugosa, con una mezcla de sabores entre dulces y ásperos, es un encanto adictivo que exige atención y permanencia. Acabó en mi boca en una explosión de humedad y tensión suplicando por más.
Mi lengua la penetraba, la hurgaba meticulosamente en busca de los orgasmos que no se hacían esperar.
Seguí besando, mordiendo, succionando y recorriendo, ávida de todo. Tenía los glúteos redondos, aterciopelados, y enloquecíamos de placer cuando se los lamía hasta lo más profundo.
Nos acariciamos a un tiempo con nuestros dedos, penetrándonos y deslumbrándonos con la visión de los orgasmos.
Ella se frotó en mi muslo con excitación frenética y yo supliqué quedamente que sus pechos volvieran a acariciar mi vagina hasta agotarla.
Sonrió, y dejó que sus pezones erectos recorrieran mi espalda, mis glúteos, mis piernas, la cara interna de mis muslos hasta adentrarse en mi sexo húmedo y congestionado que los esperaba ansioso.
Nos fundimos en un 69 en el que copiamos nuestros mutuos movimientos y nos gemimos directamente la locura de cada orgasmo.
La mañana nos encontró todavía enredadas y hambrientas, con los cuerpos dulcemente cansados y la sonrisa de complicidad de quienes saben que exactamente así las va a encontrar la noche.
Es cierto que había algo en su placard que hubiera podido usar… pero el vibrador rodó inútil debajo de la cama y no salió de ahí por mucho, mucho tiempo .

Así aman las diosas



Agua de luna, fresca, con puntos de plata.


Sábana de encaje. Sudario de luz. Lecho de nácar.

Dos mujeres. Dos. Cara a cara en este juego
irrepetible que es el amor. Fiebre de deseo, canción de una voz.
Saeta que se acerca, dulce rumor.
Dejo que la tarde te desnude, que consagre tu piel.
Tú, te ofreces como flor, como ola gigante.
¡Qué deseos de besarte!Pero sólo te veo y te veo..... y no me atrevo a tocarte.


Tus aromas me envuelven. Te siento, amor, te siento.
Tienes fuego adentro. El tiempo no existe. Sólo esto.
Fusión de suspiros, tormenta de ecos. Qué embriaguez.
Qué júbilo. Un vuelo de tórtolas sobre tu cuerpo.
Nido de alondra tu nido. Tu gruta encarnada.
Ansias, tengo ansias de tu vientre, del coral entre tus muslos.Te dibujo con los ojos con tu propio contorno.
Te miro mil veces. Vuelvo a mirarte y no me canso.
Cuántas humedades nos recorren.
¡Ay sudor que nos brillas la carne!


El silencio, callado, nos escucha desearnos.
Desde tu orilla, llega tu aliento y me muerde, excitado.
La tarde se tiñe de savia, de pájaros-flores, de un olor a sándalo.
Tu sexo tierno me invita.
Lo mismo tu pelo. Tus pezones me retan.
¡Cómo quisiera llenarme la boca con ellos!
Acércate, las velas de mi amor están dispuestas a
navegar hasta tu más profunda piel, para tocar tu esencia.
Ven, vamos a amarnos y amarnos y amarnos, y a no parar de amarnos.
Cómo brilla en las pupilas la ternura. Cómo tiemblan,
encabritadas, las espaldas. Cuanta plenitud en una simple mirada.


Por fin, rompes el espacio con tu mano, rozas mis labios con tus dedos.
Deshaces el hechizo de la bella durmiente.
El deseo se desboca en un columpio infinito.
Nuestras caricias desgranan la noche.
La penumbra es un chal que nos cubre los hombros.
Afuera, el viento vuela la historia.
Bajo las sábanas, amor que pertenece al Cosmos,
dos mujeres se aman con un lenguaje secreto, alejadas del mundo.
A pesar de todo.


Bosque


Me hablas de piel y un aullido me recorre.
Recala en la mirada encendida que te busca.
Cazador contra cazador, pieza domada, trampa de lunas.
Escóndete o te anudo a mi ombligo.
Sí. Cuenta una vez más.
Uno, dos, tres, cuatro, señuelo de bocas, anzuelo de gemidos.

Desnuda de vos




Bajas. Rodeas mi ombligo,
reclamas la lluvia que te nombra,
que me hace fuente tuya.

Sigues.
Deslizas cometas,
me elevas,
lengua-luna al dictado de mis mareas,
ciega luz que me palpa.


Y una boca devora mi alma,
habita en tu vientre,
apéndice fiel de ti,
vacía ya de todo lo que fui
en otro tiempo.
.

Permanente amor


Aguardo mi turno. Detrás de ella.
Tú, en un clónico artificio,
fraseas la misma melodía.
Do Do Re.
Y sé que ella
bebe cada palabra bendita
para purificarse en ti,
cuando la entrega es sólo
flor oscura.
Y aguardo.
Aguardo mi turno,
contando lunas,
germen de espinas,
obediente.

Bea y Moni. Maravillosa criatura.



Cafetería coqueta, seis p.m. Dos amigas. Confidencias.

Bea: ... resumiendo, estoy absolutamente confusa.

Moni pensativa. No: preocupada. Mejor: patidifusa. ¡Qué fuerte! Abre la boca, va a decir algo pero vuelve a cerrarla. Una bomba lo de Bea, insospechable. Se acerca una camarera. Piercings en orejas, nariz, lengua y así sucesivamente, pelo Tintín, andares de Gary Cooper. Bea oculta su cara con mano pudorosa.

Bea: ¡No digas nada, no te muevas, no respires, disimula!

Moni: ¿Es ella?

La otra asiente demudada. Sus mejillas dos tomates. Susurra.

Bea: La veo y el corazón se me desboca, por no hablar del resto. Vengo cada tarde. Me conoces, yo... nunca antes... no sé qué me está pasando. ¡Quieta!

Moni: ¡Tranqui, por favor! ¿La has mirado bien? Clavada a mi sobrino Lolo pero con tetas.
"¿Algo más, unas pastitas?", pregunta la camarera. Ha dicho "unash pashtitash". Bea rehúsa, la cabeza gacha. Moni la radiografía de cuerpo presente. La chica se va dedicándole a Bea una mirada de aquéllas. Ah: y sonrisita de lado.

Bea: ¿Y?

Moni: ¿Y qué?

Bea: Un consejo, dame. ¿Le digo algo?

Moni: Sí. Que de pastitas nada. ¡Bea, mala puntería la tuya! Te da un ataque lésbico por primera vez en tu vida y... ¿no podrías haberte fijado en una... una... mujer?

Bea: Ella es así y lo importante es...

Moni: ... el interior, bla, bla, bla. ¡Tonterías! La fachada cuenta y mucho, el resto son refranes de almanaque.

A Bea le importa un bledo. Esa camarera –Luz, sabe que se llama Luz, maravilloso nombre, maravillosa criatura, pero en que estás pensando, Beatriz, retoma la terapia. Sí, esa chica la seduce. Ridículo, absurdo y una ristra de sinónimos, pero se metería ya mismo en su cama hasta que las velas no ardan.

Moni: Avísame cuando americes, estoy hablando con el mantel. Decía que si vas a hacerte lesbiana elijas otro modelito.

Bea: No te burles, por favor, estoy muy asustada.

Moni: Perdón, perdón –me pongo seria–. Te lo digo por tu bien. ¿Vas a arruinar tu existencia por un calentón pasajero con una machona de cuarta? No soy una puritana, pero en tu lugar me lo pensaba dos veces. Demasiado riesgo a cambio de nada.

Bea cavila y cavila. Mónica siempre tan sensata. Pero quién se lo dice a su corazón y, de paso a su sexo, ávido y reventón. ¡Ay, Luz! Sí, es una locura. No es prejuicio sino lógica pura. Heterosexual, cuarenta y dos y abuela temprana enamorada de una torta veinteañera. Grotesco. Bebe un sorbo de té y se quema hasta el páncreas pero se recompone.

Bea: Te lo agradezco, Moni, me vino de perlas la catarsis. Estoy mucho mejor.

Moni: Naa, para eso estamos, nena. ¡Uy, es tardísimo! Esta noche voy al teatro con mis suegros.

Bea: Me has ayudando muchísimo, amiga. Es más, no volveré a pisar este sitio, listo, decisión tomada, no se hable más.

Se disponen a irse. Bea no se atreve a voltear la cabeza. Desde la distancia, Luz la escanea, desfachatada. La desnuda. Se la come cruda.

Moni: Yo invito, espérame afuera.

Bea sale apresurada. Moni se acerca a la barra, paga con un billete grande, la camarera le devuelve el cambio. Moni se marcha.

En la mano de Luz un trozo de servilleta de papel. Diez números y dos garabatos. "Mi teléfono. A cualquier hora."

Amantes desnudas



Viste?... afuera llueve como nunca,
pero sentada en mi habitación
prefiero ver caer las gotas de lluvia
mientras hierve agua en la estufa
y nos ponemos a conversar…

Que salga?... Que me moje?
Para que? Aquí me siento segura
afuera solo hay agua…frío
para que hacerle caso a mi espíritu
que quiere ir detrás del cristal?

No!!... no me llames miedosa...
Yo también quiero que el viento
me acaricie salpicando sus gotas
y con mis botas ir saltando en los charcos
igual que de niña brincaba con libertad…

No!!... no me he vuelto cobarde...
pero es demasiado tarde,
la gente mayor se ocupa de otras cosas
la vida y la muerte, los hijos, la suerte,
y lo que esperamos en realidad

Para que arriesgarme?
Aparte de la lluvia acaso tú ves algo mas?
Mejor siéntate conmigo
y compartamos un chocolate
o si prefieres un mate, en eso puedo cambiar,
afuera solo hay agua y siento escalofríos
y en la quietud de este nido prefiero observar

No, por favor!... no abras el cristal
No te das cuenta que hace tiempo
se me esfumaron las alas y empecé a caminar…?

Pensarme



Soy el pensamiento más oscuro de tu ser
el elemento menos manejable
el cuchillo oxidado
el saco roto
la ventana indiscreta
la armadura oxidada
el caballero de olmedo
los vicios de los seres
la fantasía de tus sueños
el cantar de tus deseos
el desesperar de tus lamentos
los gritos de tu garganta
el eco de tu voz
la sonrisa que surge de tus entrañas
tu caja torácica
tus pensamientos y deseos
soy todo y nada.
Solo un pequeño habitante del mundo que busca desesperadamente un poco de paz y consuelo...

Sé feliz
como yo sé que podré serlo.


Te quiero mientras tanto



Moldeo la luna
con el recuerdo de tus pechos
Acaricio la hierba y el rocío anuncia
mis ansias
Se desprenden los silencios en gemidos
Mi cuerpo
se tiñe de arcilla me fusiono
con la savia del musgo
que recorrió tus pliegues
Me deshago en los oídos del viento
hasta que mi lengua
vuelva a recorrerte 



Sentidos



Vista
Flotan los pasos al caminar, la elegancia escrita en el vaivén de las caderas. Piernas deseadas acaban suspirando en la cintura. Se dibuja el pecado de los labios y una mirada que conduce a la perdición. Cada instantánea es un paso más hacia la lujuria, hacia la pasión.

Oído
Los tacones coquetean con la madera pulida que da calidez al hogar. Un susurro abre las hostilidades, la cremallera de la falda rompe el silencio antes de que el primer gemido pueda llegar. La respiración se acelera, las palabras obscenas inundan el lugar.

Tacto
Queda la piel descubierta, recorrida con esmero en cada rincón. Se arquea la espalda, rozan las sábanas; se pierden las manos entre los muslos, aparecen tras la nuca acariciando el cuello y mesando los cabellos. Toman la garganta para pegar un pecho a otro pecho, se enredan las piernas, se eriza el vello.

Olfato
Cubre los cuerpos el dulce aroma del almizcle. Zigzaguean gotas de sudor hasta el ombligo. Se convierte la alcoba en sinfonía de velas perfumadas y perfume de mujer. Se adivina el olor del deseo, que irremediablemente escapa de la piel.

Gusto
Una boca en mi boca, labios desbordando a ratos carnosa ternura, a ratos furiosa pasión. Lengua jugosa saborea humedades sin final, escondida entre las caderas, preparada para dejarse profanar. Unidos los cuerpos en danza acompasada, saben mis labios a sexo femenino, a tono afrutado de carmín.


Amparo



y si el olvido vence
si las ganan se estancan
si el sexo se duerme
el beso se quema

y si el corazón aprieta
si el cuerpo no resiste
si el deseo desgarra
la piel se ahoga

y si el corazón convence
si el control regresa
si el olvido miente
las ganas derrotan

y si la confusión se embriaga
y los sentidos se excitan
si el estar es un no estar
la ausencia se burla

y si me pierdo
me embriago
me duele
me canso
me engaño
me suspendo
me enamoro
me encanto
me quedo
me voy
me confundo…

¿el tiempo me espera?


Amame



Osada mi palabra

intentando que tu piel estalle
como ráfagas de viento
Osada mi piel
que lleva mi sentir y calor
viajando por las entrañas
lamiendo todos los susurros
Osada la yemas de todos mi dedos
que buscan incansable la sal
de tus contornos
de tu fuego,de tus noches
de tu agua
de tu nada, de tu todo
Osada mi mente
en complicidad de mis dedos
intentar hacer versos
de tanto sentimiento
en mi carne, en tus huesos
destronando los segundos
que desfilan en mi boca
cada inmenso momento que te amo


Mujeres desnudas en su alma




Es difícil decirlo.
Hiere el orgullo, rompe con lo cotidiano, lo establecido y lo auto-prescrito.
No es mi costumbre, no forma parte de mi ideología. Soy acero, hielo, roble; indestructible.
Nada me afecta, todo se resbala; como las gotas de lluvia que recorren la ventana.


-“Me gustaría comprenderte”


Alce la bandera en la cima del mundo, por encima de todo y de todos; como diosa pagana esperando por ser venerada. Nada era suficiente y totalmente digno. Volé alto, muy alto…


-“No necesito que lo hagas…”


Altiva y prepotente. Con el mentón alzado y el orgullo emanando. Perfecta hasta el punto de lo inalcanzable. Observando siempre desde arriba, al caído y débil; y sonríe con pena y la mirada llena de vergüenza, pero no se detiene ni un instante, sigue su camino. No es de su incumbencia.


-“No puedes seguir así”


-“Puedo y Quiero seguir así”


El aire choca en su rostro, de un olor otoñal; las voces resuenan en su cabeza con clara reprobatoria. Desfilaba con andar preciso, nada valía tanto como su destreza y talento.


Ella lo sabe y su doctrina la ensalza. Los problemas existieron, existen y existirán. Los negros nubarrones siempre son atraídos por los tormentosos vientos y no queda más que estar preparada, armada con lo suficiente. Ella no espera ni quiere aliados, ni tratos o pactos; envaina la espada y se lanza autosuficiente, a la batalla.


Lo recuerda, claro que lo recuerda…
Victoriosa e Intocable. En su altar y campo santo, ajena a cualquiera que fuese lo suficientemente frágil para no luchar por si mismo.


-“Te Quedaras sola”


Agua con sal. Sus labios se tuercen, la mandíbula fuertemente apretada, tiene frío el leve temblor lo comprueba. Pero se niega a aceptarlo.
Aquellos ojos azules, fríos y distantes; miran desde arriba con la misma imagen de diosa pagana en espera de ser reverenciada.


Vergüenza y Pena. No habla, no mira; no realmente. La mano se tiende, temerosa y rota, los ojos llorosos rogando por consuelo. Esperando aliada, trato o pacto.
Pero no quiere detenerse y sigue con paso firme, altiva y orgullosa ondeando su bandera de victoria, tan llena de hazañas.


Es difícil decirlo. Y las palabras se atascan, enterrándose en la carne maltrecha, abriéndola, infectándola.
Hiere el orgullo, rompe con lo cotidiano, lo establecido y lo auto-prescrito. Sonríe con amargura, porque lo recuerda todo y lo comprende todo.
Sigue con la mano extendida esperando sin esperar realmente.


Ya no hay pedestal, la deidad fue pasajera, el escudo se desmorono como si se tratara de arena entre los dedos, esparciéndose en el abismo. Tan sola, tan desprotegida, porque tampoco hay alguien y quizás nunca más lo haya.
Alza la mirada y sonríe, dejando escabullir aquello que tanto tiempo tardo en comprender.


-"Te necesito"

Amame en cámara lenta



En ese momento creí que era sólo admiración; tuvieron que pasar varios años para descubrir que esa inquietud que me asaltaba antes de encontrarnos era verdadero amor. Yo tendría 8 años. Ella, en fin, me llevaba unos 20 de diferencia. Puede que parezca mucho, pero en la infancia se toman decisiones vitales sin demasiados miramientos.
Con la misma solemnidad yo ya había resuelto ser astrónoma y que jamás me gustarían los fideos con pesto. Pero eran nimiedades comparadas con esa ilusión que en una rayuela imaginaria me llevaba de la tierra al cielo cada vez que la veía correr con sus cabellos al viento.
A la distancia, pienso y es evidente lo que en esos años no tenía nombre. Mi primer amor fue ella: La Mujer Biónica.
Si entrecierro los ojos, todavía puedo repetir de memoria la apertura: "La siguiente información es clasificada como ultrasecreta. Jaime Sommers. Sexo: femenino. Edad: 28 años. De profesión: maestra y tenista profesional...".
Suerte que justo en el momento de sufrir ese accidente en paracaídas fuera la novia de El Hombre Nuclear, porque para esa época los únicos implantes conocidos eran los mamarios y tampoco los cubría la prepaga.
Después la relación con él no prosperó, porque al parecer las partes biónicas de Jaime lo rechazaban, así que por prescripción médica debieron separarse.
Secreta alegría en mí. Por más que el peligro acechara, todo era cuestión de aguzar el oído, saltar o correr muy rápido en cámara lenta.
No era que la Mujer Maravilla estuviera mal, pero a veces la vida te presenta caminos que parecen enfrentados. A grandes trazos la identidad se forjaba en la elección de esas falsas antinomias, eran como una especie de River-Boca, de Boedo y Florida, de Beatles o Rolling Stones. Con Los Angeles de Charlie esa competencia no existía, nadie podía tomar a mal que también te gustaran, siempre y cuando estuviera claro que estaban en otro nivel.
Extraño un poco esa candidez, ese creer firmemente en que hay amores que atraviesan la pantalla, el parlante o el papel. Afinidades que se encuentran y se entienden como si nadie más escuchara, como si nadie más los viera.
Sentir que elegís a ese otro y que si ese otro te conociera personalmente, efectivamente te elegiría por sobre el resto.